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Fundación para el Desarrollo Empresarial de Córdoba

Montería - Córdoba - Colombia - Sur América
 
 

HISTORIAS DE VIDA DE DESPLAZADOS

Relatos personales de personas de carne y hueso que viven el drama de ser desplazados por la violencia en el noroeste de Colombia.

HISTORIAS DE VIDA
JOSÉ MARÍA CALAO ALVAREZ se desplazó del conocido barrio La Chinita en Apartadó -una localidad del Urabá antioqueño [Antioquia - Colombia - Sur América]-, por las continuas matanzas. Hoy vive con su familia en Montería [Córdoba - Colombia - Sur América], en un barrio de invasión, y gracias al apoyo de FUNDECOR y FUPAD ha encontrado un nuevo camino para rehacer su vida.

 

"LAS GANAS DE SALIR ADELANTE NO ME LAS DESPLAZA NADIE"

JOSÉ MARÍA CALAO ALVAREZ

Monteria, marzo 8 de 2002

¿De dónde se vino José María Calao?.

Me vine de Apartado, Antioquia, más especialmente del barrio La Chinita. Una invasión muy grande que queda al centro, al centro no, pero si queda en el casco urbano de Apartadó.

¿Porqué se vino de allá Jose María?.

El motivo que me vine de allá fue por el conflicto armado que se vivía en la región entre grupos armados al margen de la ley. Obligaron al desplazamiento de uno, porque, imagínese, uno viendo sinceramente mataban al uno, que mataban al otro, llegar al término de amenazarlo a uno también, pues que otra cosa tocaba si no de venirse.

¿Cómo era la familia de José María allá en La Chinita?.

Mi familia estaba compuesta por mi señora Inés María De la Rosa, mis hijos, Jenny Isabel Calao De la Rosa, Jairo José Calao De la Rosa.

¿Qué hacían ustedes allá?.

Nosotros allá nos dedicábamos a empacar platanitos, ¿se puede decir así?. Trabajábamos ahí, pues nos iba bien gracias al Señor, pero así es la vida, en el momento que uno menos piensa, pues, le toca abandonarlo todo y salir.

¿Esa es una zona muy rica, productora de banano, plátano, para la exportación inclusive?

Esa es la zona considerada alma mater de Colombia en cuanto a exportación de plátano y cultivo de banano y esas cosas. Es una región muy rica, muy prometedora.

¿Cuéntanos de eso primeros día en la llegada a Montería?.

Los primeros días fueron muy duros, porque, sinceramente, uno no sabe donde va a llegar. Uno llega y, sin ningún norte, y a veces, pues, uno no cuenta ni quien le tienda la mano, ni quien le diga puedes ir a tal parte, o pueden ayudarte de esta manera; sinceramente los primeros día fueron muy duros.

¿Con quién hizo contactos en esos primeros días, quien le dio la primera ayuda?.

Ayuda, pues, digamos ¡no!. Pero si hicimos contactos, llegamos al hospital, ahí nos conocimos con una señora María Londoño, y, pues, ella nos ayudó a medio ubicarnos, no en una casa si no más bien a la intemperie, pero donde ahí no nos iban a molestar, íbamos a estar ahí invadidos, más bien en las riberas del río Sinú, que cuando crecía, pues, y para colmo de males en ese tiempo era invierno. Llovía aguaceros incesantemente y nosotros más bien al intemperie, pero ahí tuvimos que acomodarnos.

¿Y que hacía en esos primeros días para darle estudio y para darle alimentación a la familia?.

Para darle alimentación a la familia sencillamente, pues yo, en mi condición de desplazado, yo, nosotros, pues, mi señora lloraba, y mis hijos estaban pequeñitos, también, pero yo le decía a ella que tuviera fe, que habíamos sido desplazados de todo lo que teníamos, de todas nuestras pertenencias, pero que las ganas de salir adelante, pues, esa no me la desplazaba nadie, y que tuviera fe, que íbamos a salir adelante; y yo salía a rebuscarme para el mercado, para una parte, para la otra, a buscar; a veces le daban a uno plátano, y con eso, pues, plátano se comía, y otro poquito se vendía; en todo caso que a mi nunca se me apagó esas ganas de salir adelante, porque sabía que tenía una responsabilidad, y que, pues, uno adulto aguanta y si llora, pues, sabe porque llora, pero un niño recién nacido, o un niño pequeñito, ese no sabe porque llora ; y uno como adulto, pues, así que le toque pedir, pero uno como padre, pues, no deja que su hijo se acueste sin comer, o se lleve el día de hambre.

¿Cómo fue el primer contacto con Fundecor?.

Hombre, el primer contacto con Fundecor fue una cosa que yo, primeramente, le doy gracias al Señor, porque yo andaba desesperado buscando por todos lados, y alguien me dijo en el mercadito del sur hay una coooperativa que ayudan a las personas, Coodepan; allá de pronto te dan para que trabajes, y para que no estés así; bueno yo inmediatamente, sin perder tiempo, salí para allá, ubiqué a esa cooperativa y cuando estaba allá me dijo la secretaria: mire señor, si usted es desplazado porqué no se va a Fundecor, que ahorita me llamaron diciendo que le estaban haciendo ayuda, haciendo préstamos, a personas desplazadas, y allá lo atenderían mejor, serían mejor la cosas; y yo enseguida salí para Fundecor. Llegué acá, y, relatando las cosas al pie de la letra, pues, encontré que había una cola inmensa de gente y me paré allí y escuche que la secretaría le dijo a una persona: no, préstamos no hay, se les está haciendo préstamos a las personas viejas, a los clientes viejos; yo dije, Señor Bendito cómo hago yo; en todo caso yo me quedé ahí. Al ratico llegué, y, bueno, le dije, yo soy desplazado, yo vine aquí porque estaba en Coodepan y me dijeron que acá en Fundecor conformaban grupos de tres personas, desplazados, y los ayudaban, y donde había tanta gente, pues, ella me dijo enseguida: a sí, usted es desplazado, entre, enseguida, entre. Y yo, mejor dicho, sentí una alegría tan grande, y entré enseguida, y me atendieron, me atendió la doctora Sandra, acá enseguida; y me dijo: bueno, búsquese los compañeros, para llenarles los papeles y atenderlos enseguida. Y era martes, y me dijo véngase el miércoles. Y yo, como estaba tan contento y tan preocupado, yo dije: miércoles, y salí y me fui. Bueno, entonces yo vengo el miércoles. Cuando iba por la esquina, me acordé que al otro día era miércoles, y me regresé y le dije: doctora usted me dijo el otro miércoles o este miércoles. Me dijo: no, mañana, véngase mañana para llenarle los papeles enseguida. Yo fui y reuní otros compañeros desplazados que también estaban necesitados y vinimos ese otro día. Y ese otro día nos llenaron los papeles, y, para mí, pues, lo mejor que me ha pasado, aparte de la bendición del Señor que no me ha faltado, pues, aquí en Montería, ha sido el contacto con Fundecor, porque fue tanto estímulo que nos atendieron enseguida ese otro día, y no duró una semana y estabamos trabajando con la primera ayuda de Fundecor, entonces, sinceramente, fue algo que yo le doy gracias a Dios, porque ninguna otra entidad nos había tendido la mano.

¿Y, en qué invirtieron ese préstamo que les hizo Fundecor?.

El préstamo que nos hizo Fundecor, como yo tengo idea de manejo de frutas y esas cosas, nosotros enseguida cogimos y compramos frutas. Compré manzana, compré unas libritas de uva, y formalicé un puestecito que estaba en la 28 con 7, pues que no estaba, estaba asignado a mí, pero no estaba surtido, ni estaba haciendo nada, no tenía con qué; y enseguida llegué y lo surtí. Y no tenía sino naranjitas ahí, y lo surtí bien, gracias al Señor, y parecía que era un poquito, pero la bendición del señor estuvo con nosotros, y a los pocos días, pues, estaba un puesto bien surtido, y de ahí para acá, pues, las cosas cambiaron, sinceramente, en el hogar, cambiaron en nuestra vida cotidiana, nuestros ingresos se empezaron a ver. Y le doy gracias al Señor, porque de ahí para acá, pues, las cosas han sido muy distintas.

¿Y es que el puesto que me dices, 28 con 7, es frente a la Clínica Zayma. Eso es correcto. Es un buen sitio?.

Si claro, ese es el puesto del cual le estoy hablando.

Puesto de venta de frutas de José María Calao Alvarez en Montería - Colombia - Sur América
José María Calao Alvarez tiene un puesto de venta de frutas en Montería [Córdoba - Colombia - Sur América], gracias a los créditos y capacitación de Fundecor y Fupad.

¿Cómo le ha ido, cómo es un mes de venta, si produce lo suficiente para vivir y para atender el pago de los créditos?.

Hombre sí, porque yo me he fijado. Además, acá en Fundecor nos han capacitado cómo debemos controlar nuestro negocio, y eso es una cosa que, sinceramente, me ha dado la manera de controlarlo y de saber que si vendo 10 pesos pues no me puedo gastar 10 pesos, y que ahí deben estar mis ganancias y que tengo un tope limitado de gastos, y que debo de conservar mi negocio, y fuera de eso sé que debo quedarle bien a Fundecor, porque he dicho: ahí esta nuestro futuro. Yo pienso, y le pido al Señor, que, bueno, que más adelante no sea ese puestecito de frutas, sino que con el esfuerzo mío y la ayuda de Fundecor, sea otro negocito mejor.

¡Más o menos, cuánto se vende mensualmente en ese puesto?.

Mensualmente me estoy vendiendo, a ver, humm, digamos que ochocientos, novecientos mil pesos mensualmente.

¿De su familia, quiénes atienden el negocio, o lo atiende usted solamente?.

No, el negocio lo atiendo yo. De pronto, algún día más que otro que no pueda atenderlo yo, que a veces, que usted sabe, que nos hemos capacitando acá en Fundecor, que una cosita o la otra, lo atiende mi señora.

¡Cómo ha sido esa adaptación de la familia ahora, en estos nuevos tiempos, a Montería, ya cuando están generando algunas ingresos, tienen más ayuda, especialmente los niños y la parte de la educación?.

Bueno, los niños, la adaptación ha sido más rápida debido a que la alimentación, que es una de las cosas primordiales, ya empezó a no faltar. Y empezamos a decir: esto es para esto, esto es para esto otro, y ya hubo otra cara en el hogar. No se padecía hambre, que eso sin duda se aguantaba hambre, porque no había de donde. Y , en cuanto al estudio, pues, le doy gracias al Señor, porque mi niña, pues, Fundecor la tuvo en cuenta, nos tuvo en cuenta, y mi niña salió becada, gracias al Señor, con una beca por cinco años en Fundecor. Por ese lado no tuve ningún problema, no tuve sino que mandarla al colegio únicamente, porque de matrícula para arriba todo asumió Fundecor el costo. Y el niño, pues, por ser desplazado, ya tenemos conocimiento de eso, de que como desplazado tenemos unos derechos y he ido a la Red; es hora que no está matriculado, él está asistiendo al colegio como asistente, porque la Red todavía no ha solucionado el problema, ellos me dijeron que les pasara una lista de mis niños y de otros niños desplazados; se la pasó, pero no han definido eso, y el colegio me está pidiendo en esos momentos que matricule al niño y que me ponga el día con el colegio, con uniformes y todas esas cosas, pero el niño está asistiendo al colegio.

¿Cuáles son la ideas que se tienen para el futuro, piensa quedarse en Montería, piensa regresar a La Chinita?.

No, no, no. Hee, yo siento a Montería como mi patria chica, yo no pienso irme de Montería. Primero que todo, se me han abierto las puertas. El futuro más inmediato de nosotros está en Fundecor. Primeramente está nuestro Señor Bendito, que fue quien me puso en la mente Fundecor, y después está Fundecor. Sinceramente pensar en estos momentos regresar a La Chinita, cuando, no se, ya habían poquitos, de mis amistades habían poquitos, el que no está muerto no se sabe donde está, y llegar en estos momentos a La Chinita a decir ¡yo viví aquí y yo me conozco todo esto!, a personas que ni siquiera conozco, pues, eso sería, sinceramente, dejar tirado un futuro promisorio que tengo en Fundecor, y que tengo en este municipio y en este departamento, yo, en ningún momento, pues, desearía volver a La Chinita.

Vivienda de José María Calao Alvarez en Montería - Colombia - Sur América
José María Calao Alvarez vive con su familia en una rústica vivienda a la orilla del río Sinú, en un barrio de invasión en Montería [Córdoba - Colombia - Sur América].

¿José María, cuéntenos cómo viven ahora en la pequeña casa que tienen a la orilla del río, y a que aspiran, a que sueñan, para tener una mejor vivienda?.

El ambiente, el modo de vida que tenemos ahí si es muy precario, eso, sencillamente, no es vida. No es vida, porque los ¡niños no pueden jugar!, aunque eso ahí en la orilla del río pues tiene uno espacio hasta para tirarse al río, los niños no pueden jugar, porque eso ahí, tanto de día como de noche, el consumo de droga es masivo, ahí se ve de todo, se ven violaciones, se ven atracos, se ven hurtados, se ve de todo, eso es mejor dicho, un sitio casi inhabitable.

Nuestro ambiente no es ese, y por eso también mi señora llora y mis hijos, pues, han sufrido, sinceramente, ese cambio. Al modo que yo recuerdo, que cuando llegamos ahí, pues, la policía, el ejercito, el Das, la Sijín, todo el mundo, autoridades competentes, fueron a desalojarnos y me tumbaron la ranchita. Y es una cosa que yo recuerdo y le pido al Señor que en la memoria de mis hijos, no se grabe, no quede grabado, pues mi niño pequeño él veía y me decía: papi, porque nos tumban la casita. Y yo le decía, no mijo no te preocupes que yo después hago otra más bonita, y el corría y me decía: papi, porque nos tumban la casita, si no le estamos haciendo nada a nadie. Yo trataba de quitarlo, yo trataba de ocultarlo, de decirle a la mamá: mira, llévate al niño. Pero él corría, y se me abrazaba y me decía: papá, no dejes que nos tumben la casa, no dejes que nos tumben la casita. Que eran unos plásticos que teníamos, y unas esteras., pero esa era la casita que él veía, y decía: porqué los soldados nos tumban la casa. Y lloraba y corría. Eso fue muy doloroso, sinceramente, muy doloroso, pues ahí luchando con una cosa y con la otra nos quedamos casi dos meses sin techo, si no así viviendo ahí; colocamos una bandera, y éllos no se atrevían a tumbar la bandera. Y duramos casi dos meses ahí. Después, silenciosamente cada quien fue parando despaciosito, y como que se quedaron quietos y, bueno, ahí estamos. Pero, sinceramente, no, eso ahí es un caos, porque ahí vemos de todo, y lo peor, lo peor, es que es el consumo de droga, que eso es en el día y en la noche, y usted sabe que eso es un mal ejemplo para niños que no están acostumbrados a eso, y mi niñita que es la mayor, me dice: papi, ese humo aquí todo el día, y esto y lo otro. Yo le digo, mija ten fe en el Señor que un día vamos a salir de aquí, un día nos van a reubicar y yo aspiro, en nombre del Señor, tener una casa digna en donde ustedes puedan jugar, donde se pueda cerrar la puerta y no se meta nadie. Porque, sinceramente, usted ha podido apreciar la casita, es como si viviéramos a la intemperie, porque ahí no hay seguridad, uno cierra la puerta y el otro se mete por detrás, o empuja la puerta y se mete. Entonces yo les digo a ellos que tengan fe, que yo les voy a conseguir una casita bonita. A veces la mamá se pone a llorar y me dice, pues. Yo le digo, mija, pero es que no les puedo decir otra cosa a mis hijos, yo tengo que decirles que yo les voy a conseguir una casa digna donde ellos puedan vivir, y cuando ellos estén grandes tengan una casa buena. Otra cosa no se les puede decir. Y el niño, que es el que más me pregunta, me dice: papi, cuándo compraremos esa casita que tu dices, cuándo tendremos esa casita. Y yo le digo, no te preocupes mijo, date cuenta que las cosas van cambiando, ya ni siquiera aguantamos hambre. Y ahí poquito a poquito, pues, si el Señor nos permite, y conseguimos la casita. Pero, repito, eso ahí, no pues, sinceramente, quién quisiera estar en lugar de esos.

¿Los comienzos fueron con grupo de desplazados, cuéntenos de éllos, quiénes son, cómo se ha comportado el grupo?.

Bueno, el comienzo fue con un grupo de desplazados, y hasta el momento, pues, el grupo se ha comportado bien. De ese grupo, pues, hay compañeros que conforman el grupo en el cual Fundecor nos ayudó. Están muy agradecidos, muy celosos de quedarle bien a Fundecor, están siguiendo las instrucciones al pie de la letra. El que dirige el grupo soy yo, y yo siempre les digo: doña Martha, doña Ana, mire, aquí tenemos el futuro, esta gente nos quiere, dese cuenta el trato, el préstamo no nos duró una semana, y eso es cosa que casi no se da, y portémonos bien. Y cada día tratamos de dar lo mejor de nosotros. Y me dicen, Calao aquí lo caótico, lo malo, es que primero el río Sinú cuando se crece pasa por dentro de las casitas de nosotros sin que nadie nos aguante. Y lo peor es que aquí no se puede comprar un platico porque se lo lleva el otro. Aquí el consumo de droga eso es inminente, todos los días, en el día, y en la noche. Es una cosa que preocupa, pero yo les digo: bueno, désen cuenta que cuando llegamos no teníamos comida. Pero hoy, gracias al Señor, contamos con una institución que miró nuestras necesidades, como es Fundecor, que se puso al frente, porque eso es ponerse al frente de la necesidad de uno. Y tenemos esperanza, tenemos esperanza en algún día de volver a tener la casa que un día tuvimos.

Bueno José María, muchas gracias.


Dirección General:
Diego Luis Otero Berrocal
Apoyo Logístico:
Rocío Atilano Ayazo
Entrevista:
Carlos Crismatt Mouthon y Sandra Castro Otero
Diseño HTML y Multimedia:
Carlos Crismatt Mouthon
 

 
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